Pesó
71 kilogramos, lo cual está bien para una persona que mide un metro setenta. Pero,
lo digo, porque me siento orgulloso de ello. En junio del año pasado, hace ocho
meses, pesaba entre 85 y 84 kilos.
Este proceso comenzó en el otoño de 2012
cuando las alergias me obligaron a cambiar mi dieta, tuve que dejar de consumir
todo lo que tuviera lácteos, huevo, maíz y plátano, el tratamiento me permitió
luego volver a comer productos de maíz, pero los lácteos me siguen afectando. Ese
cambio, después, me llevó a replantear mis rutinas alimenticias, en busca de
mejorar mi metabolismo. Así decidí dejar de cenar, o mejor dicho, hacer la cena
temprano (entre las cinco y las siete de la tarde), para que pasarán el mayor
número de horas entre la última comida del día y la primera del siguiente –como
se hacía en los ranchos, la cena se hacía a la hora en que se ponía el sol–. Este
cambio sólo fue el principio. En el verano del año pasado empecé a hacer
ejercicio, principalmente aeróbico, antes del desayuno, así, por ejemplo, en el
mes de octubre pude observar una pérdida de peso de a kilo por semana.
En aras de la pérdida de peso no he
descuidado mi salud, trato de comer saludablemente, he aumentado el consumo de
frutas y verduras, pero no por ello he abandonado el consumo de carbohidratos,
aunque, claro, debe ser moderado y mejor por la mañana. Mejor vean las fotos
del antes y el después.
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