jueves, 20 de abril de 2017

Tú mataste a Hannah, todos matamos a Hannah Baker

En estos últimos días de abril se cumplen 20 años de la muerte de Marvin, uno de mis compañeros de la primaria. Era mayor que nosotros. Tenía catorce años cuando se suicido.
            Nunca supimos qué llevó a aquel muchacho, casi un niño, a quitarse la vida. Cuáles fueron las circunstancias por las que atravesó en ese pueblo de ocho mil habitantes que lo orillaron a tomar esa decisión. Una incógnita que enlutó los últimos meses que pasamos en la primaria.
            Recuerdo ese episodio porque acabo de ver 13 reasons why, la serie que se puede encontrar en la plataforma Netflix y que, utilizando el formato de thriller, a lo largo de trece episodios, de la mano del protagonista Clay Jensen, descubrimos por qué Hannah Baker decidió suicidarse.
            A través de siete cintas que Hannah grabó antes de suicidarse a modo de carta de despedida, conocemos qué la llevó en ese camino. Clay encuentra, al inicio de la serie los casetes en una caja de zapatos con su nombre en la entrada de su casa. Comienza a escucharlos y nosotros nos adentramos con él como guía, como una especie de detective, para descubrir qué le pasó a Hannah, qué la orilló a esa determinación, qué, quién la mató.
            Conforme se avanza en la serie, apuesta por el crescendo en la tensión dramática —detalle que puede jugar en su contra pues el primer episodio es el más flojo— vamos conociendo el mundo en que estaba Hannah, sus intentos por acercarse a las personas, por no sentirse sola. Vemos cómo fracasa en esos intentos y cómo los lazos que pudieron haberla salvado se van rompiendo, hasta que no le queda nada a qué aferrarse.
            Dos cuestiones de fondo construyen la historia de 13 reasons why, por un lado la violencia con que nos atenaza a todos el heteropatriarcado (pero en especial a las mujeres y en este caso a las mujeres adolescentes) y la empatía, la necesidad que todos tenemos de ser empáticos para con los demás y que ellos a su vez lo sean con nosotros.
            Mientras que las dinámicas del heteropatriarcado orillan a los hombres a ejercer la violencia para garantizar sus privilegios, son las mujeres quienes se encuentran más vulnerables en este sentido. La serie hace mucho hincapié en el consentimiento en cualquier forma de contacto sexual y cómo el atropellar la negativa del otro va en escalada. La violación es una situación a la que las mujeres desde muy jóvenes se ven expuestas y los guionistas saben tratar el tema, permiten reflexionar sobre él y el impacto que tiene sobre la vida de las personas.
            En ese sentido, los guionistas y con toda seguridad Jay Asher (el autor de la novela en que se basa la serie), son conscientes y así lo muestran, que una de las formas de responder y sobrevivir a esa violencia es la empatía. Ayudar, de cualquier modo, al otro, salvarlo.
            Los destinatarios de las trece grabaciones que Hannah hizo así lo deben entender, a algunos les queda claro, otros se niegan a sentir empatía alguna hacía ella. Pero Hannah, a fin de cuentas, aunque tomó esa decisión por sí misma, lo que les estaba diciendo es que de alguna manera la mataron, porque no fueron capaces de decirle que ahí estaban, que su vida era importante.
La adolescencia, por si sola, es uno de los episodios más terribles de nuestras vidas, aún no tenemos claro qué queremos del mundo ni qué quiere este de nosotros, estamos aprendiendo a conocernos, descubriendo emociones y sensaciones desconocidas, un coctel por si solo peligroso, al que se le añade la violencia heteropatriarcal, la cosificación, la anulación de la persona.

Siempre será un misterio para mí porque mi compañero decidió suicidarse a los catorce años, ignoró cuáles fueron esas circunstancias que terminaron aplastándolo y tampoco sé si yo, a mis 12 años, hubiese podido ayudarle en algo para evitar que tomara esa decisión. Pero, de alguna manera fui responsable, del mismo modo en que todos, como sociedad, somos responsables frente a los suicidios adolescentes.