En
estos últimos días de abril se cumplen 20 años de la muerte de Marvin, uno de
mis compañeros de la primaria. Era mayor que nosotros. Tenía catorce años
cuando se suicido.
Nunca supimos qué llevó a aquel
muchacho, casi un niño, a quitarse la vida. Cuáles fueron las circunstancias
por las que atravesó en ese pueblo de ocho mil habitantes que lo orillaron a
tomar esa decisión. Una incógnita que enlutó los últimos meses que pasamos en
la primaria.
Recuerdo ese episodio porque acabo
de ver 13 reasons why, la serie que
se puede encontrar en la plataforma Netflix y que, utilizando el formato de thriller,
a lo largo de trece episodios, de la mano del protagonista Clay Jensen,
descubrimos por qué Hannah Baker decidió suicidarse.
A través de siete cintas que Hannah
grabó antes de suicidarse a modo de carta de despedida, conocemos qué la llevó
en ese camino. Clay encuentra, al inicio de la serie los casetes en una caja de
zapatos con su nombre en la entrada de su casa. Comienza a escucharlos y
nosotros nos adentramos con él como guía, como una especie de detective, para
descubrir qué le pasó a Hannah, qué la orilló a esa determinación, qué, quién
la mató.
Conforme se avanza en la serie,
apuesta por el crescendo en la tensión dramática —detalle que puede jugar en su
contra pues el primer episodio es el más flojo— vamos conociendo el mundo en
que estaba Hannah, sus intentos por acercarse a las personas, por no sentirse
sola. Vemos cómo fracasa en esos intentos y cómo los lazos que pudieron haberla
salvado se van rompiendo, hasta que no le queda nada a qué aferrarse.
Dos cuestiones de fondo construyen
la historia de 13 reasons why, por un
lado la violencia con que nos atenaza a todos el heteropatriarcado (pero en
especial a las mujeres y en este caso a las mujeres adolescentes) y la empatía,
la necesidad que todos tenemos de ser empáticos para con los demás y que ellos
a su vez lo sean con nosotros.
Mientras que las dinámicas del
heteropatriarcado orillan a los hombres a ejercer la violencia para garantizar
sus privilegios, son las mujeres quienes se encuentran más vulnerables en este
sentido. La serie hace mucho hincapié en el consentimiento en cualquier forma
de contacto sexual y cómo el atropellar la negativa del otro va en escalada. La
violación es una situación a la que las mujeres desde muy jóvenes se ven
expuestas y los guionistas saben tratar el tema, permiten reflexionar sobre él
y el impacto que tiene sobre la vida de las personas.
En ese sentido, los guionistas y con
toda seguridad Jay Asher (el autor de la novela en que se basa la serie), son
conscientes y así lo muestran, que una de las formas de responder y sobrevivir
a esa violencia es la empatía. Ayudar, de cualquier modo, al otro, salvarlo.
Los destinatarios de las trece
grabaciones que Hannah hizo así lo deben entender, a algunos les queda claro,
otros se niegan a sentir empatía alguna hacía ella. Pero Hannah, a fin de
cuentas, aunque tomó esa decisión por sí misma, lo que les estaba diciendo es
que de alguna manera la mataron, porque no fueron capaces de decirle que ahí
estaban, que su vida era importante.
La adolescencia, por si sola, es uno de los
episodios más terribles de nuestras vidas, aún no tenemos claro qué queremos
del mundo ni qué quiere este de nosotros, estamos aprendiendo a conocernos,
descubriendo emociones y sensaciones desconocidas, un coctel por si solo
peligroso, al que se le añade la violencia heteropatriarcal, la cosificación,
la anulación de la persona.
Siempre será un misterio para mí porque mi
compañero decidió suicidarse a los catorce años, ignoró cuáles fueron esas
circunstancias que terminaron aplastándolo y tampoco sé si yo, a mis 12 años,
hubiese podido ayudarle en algo para evitar que tomara esa decisión. Pero, de
alguna manera fui responsable, del mismo modo en que todos, como sociedad, somos
responsables frente a los suicidios adolescentes.
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