Los críticos de las beca aparecen cada
vez que se acerca el cierre de las convocatorias, cuando se
dan los resultados o que la convocatoria no ha sido lanzada. Argumentan que las becas son un desperdicio de dinero y que
quienes aspiran a ellas mejor harían poniéndose a trabajar, como si la creación
no fuese trabajo. A la crítica anterior se le suman muchas más, pero en líneas
generales van por ahí, señalando la inutilidad de las becas y de la labor de
los becarios, amén de la corrupción y del amiguismo que implican.
El pensamiento neoliberal está en la
raíz de estas críticas, pues, por una parte, cuestiona que el estado pueda
estar dando dinero a los creadores sólo por serlo (¿Cómo puede?) y por
otro considera superflua la creación, ya que ésta no es traducible en
beneficios económicos inmediatos.
En México contamos con el Fondo para
la Cultura y las Artes (Fonca), el Programa de Estímulos a la Creación y al Desarrollo
Artístico (Pecda) entre otras instituciones, públicas y privadas, que ofrecen a
los creadores apoyos a la creación. Justamente una de las críticas deriva del
número de becas y de quienes se aprovechan de ellas para vivir, cuestionan que
con tal cantidad de beneficiarios no haya una cantidad equiparable de obras de
arte. Obvian que el sistema de becas está diseñado para generar un porcentaje
crítico: permitir que un mayor número de creadores pueda dedicarse de manera
exclusiva a su obra para que de ese número surjan esas grandes obras, aunque algunos de los
beneficiarios ni siquiera lleguen a terminar una.
Quizá, a este respecto, deberíamos remarcar
que dos de las cumbres de la literatura mexicana del siglo XX: el Llano en
llamas y Pedro Páramo fueron terminados gracias a dos becas que Juan Rulfo tuvo
en el Centro Mexicano de Escritores. Quizá este ejemplo debería ser suficiente
para confiar en este tipo de estímulos, con todo y sus defectos.
Y es que la creación es difícil de
realizarse cuando se tiene hambre. Esto último lo sé de primera mano. En 2010,
antes de que me otorgaran la beca del Fonca, vivía de hacer pan y
venderlo, el día que no vendía no comía. Enterarme que había sido beneficiario
fue un gran alivio, primero porque dejaría de levantarme de madrugada para hornear y preocuparme si iba o no vender algo y, segundo, porque fue mi confirmación como escritor: tres personas confiaron en
lo que hacía y consideraron que tenía lo necesario para escribir ese libro que había propuesto —el libro lo terminé, aunque permanece inédito—.
Luego en 2014 la Fundación para lasLetras Mexicanas me seleccionó para una de sus becas, en el periodo en que
estuve ahí pude terminar un libro que tenía seis años trabajando y el cual
apenas tenía un 40%. Gracias a estar en la FLM pude terminarlo en cuestión de
meses, ese libro, Gloria Mundi, en 2015 ganó el Premio Nacional de Cuento Breve
“Julio Torri”.
A fin de cuentas, las becas son la oportunidad que los creadores tienen para poderse dedicar a la creación, oportunidad que de otro modo no tendrían. Porque se puede crear en cualquier parte con o sin dinero, pero hay que comer y el estómago vacío apremia más que una cabeza llena de ideas creativas.
A fin de cuentas, las becas son la oportunidad que los creadores tienen para poderse dedicar a la creación, oportunidad que de otro modo no tendrían. Porque se puede crear en cualquier parte con o sin dinero, pero hay que comer y el estómago vacío apremia más que una cabeza llena de ideas creativas.
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