Puede
parecer ridículo decir que uno se siente orgulloso de conocer a una persona,
sin embargo, haciendo unas precisiones dicho ridículo se desvanece. Primero que
nada, creo ese enorgullecimiento proceda no tanto de la figura, de la
personalidad en cuestión, sino de lo que esa persona ha hecho por ti, ayudarte
a ser un mejor ser humano.
Ser amigo de Enrique Servín me hace
no sólo sentirme orgulloso, sino profundamente agradecido por la amistad que me
ha brindado, por su confianza y sus consejos. Escritor, poliglota, promotor de
las lenguas indígenas, son sólo algunos de los aspectos por los que es conocido
y reconocido. Es un formador de nuevas generaciones de escritores quien se
preocupa por enseñar disciplina y autocrítica. Es encomiable su labor en favor
de los pueblos originarios, su trabajo coordinando el Programa Institucional de
Atención a las Lenguas y Literaturas Indígenas es de gran valor, a pesar de los
pocos recursos, humanos y económicos, con los que cuenta.
Mi deuda para con Enrique radica en
un plano más personal, aunque como escritor me formé bajo su tutela, es en el
plano humano donde más le he aprendido. Alguien tan desprendido y sensible
hacia las necesidades de los demás, en especial de las personas en situación de
vulnerabilidad, no puede sino enseñarte con el ejemplo.
No me queda sino decirle: gracias.
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