Los
mejores recuerdos de nuestra adolescencia están colmados de color y belleza, de
una mezcla inseparable de felicidad y desdicha. Así es Call me by your name, al
verla uno sólo desea haber estado ahí, que esa película sea un recuerdo de
nuestra propia adolescencia.
Luca Gudagnino consigue en los
ciento treinta minutos trasladarnos a un espacio idílico pletórico de sensualidad
—sensualidad en el pleno sentido de la palabra porque a través de sus imágenes el
espectador tiene un deleite sensorial—. Desde los paisajes del verano y la
campiña italiana hasta la comida, todo es un abanico de sensualidad dispuesto
para su degustación. Sirve como el punto de partida para que Elio Perlman,
interpretado magistralmente por Timothee Chalamet, conozca el amor (con todo lo
que implica de torpeza, desesperación, de felicidad absoluta y dolor, este
también, absoluto).
Pocas películas me han cimbrado
tanto como esta. Salí del cine llorando, seguí llorando al volver a casa. Al día
siguiente, mientras la evocaba el llanto volvió a brotar. La volví a ver.
Call me by your name es uno de los retratos más hermosos que se han hecho a esa primera vez que caemos rendidos ante el amor. Tengo tanto por decir de esta
película que no encuentro las palabras, como el enamorado adolescente que no
encuentra el modo de confesarse, como la canción que forma parte del soundtrack
Words lo dice. Vayan a verla.
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