miércoles, 13 de febrero de 2013

¡Joto!



Las palabras no definen la realidad, eso ha sido dicho una y mil veces. Las palabras reflejan más que el mundo, la forma en que concibe el mundo el hablante. Dicho esto quiero hablar de una palabra que desde mi niñez fue usada para insultarme y que como a mí millones de mexicanos han recibido como insulto: joto.
            Joto es un concepto que en México es cárcel, que caracteriza todo aquel cuyo deseo se oriente hacia los hombres y que lo acepte, o que sea afeminado aunque no lo acepte. Esa palabra etiquetadora quiere aprisionar en un gueto a quien va dirigida. Tienes que ser escandaloso, vestirte de mujer, cumplir, en fin, con la caricatura.
            Uno de los triunfos de la comunidad gay en México, aunque esa comunidad esté tan poco organizada y le importe poco hacerlo, al menos acá en el norte, es haber hecho propio ese término. Habernos burlado de su uso, de hecho la jotería, es parte de ello, usar las caricaturas que sobre nosotros quiere imponer la sociedad para satirizarlas y mofarnos de esa sociedad, hablarnos de mujer, decirnos Jota.
            La jota es la respuesta que damos al insulto joto. Es la bufada irónica contra esa sociedad que trata de encarcelarnos. Me viene a la memoria la vez en que me di cuenta de que los insultos no tienen por qué serlo, cuando respondí a quien me dijo joto: “Y aunque así fuera, qué.” 

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