viernes, 15 de marzo de 2013

Habemus Papam


Se eligió el nuevo Papa, un argentino que para iniciar tomó un nombre que no había usado ninguno de sus antecesores, Francisco. Se han puesto las campanas al vuelo porque es sudamericano y porque tiene maneras más sencillas con respecto a su antecesor. Que él iba a ser el electo resulta obvio pues el conclave apenas duró veinticinco horas y ocho votaciones. Pero, por qué el cardenal Bergoglio.
            Primero que nada es casi italiano, así lo ven sus congéneres purpurados. Pero además de ello, tiene un historial en la Argentina que lo relaciona con el rostro más duro de la Iglesia, si cabe. Se opuso al matrimonio homosexual y al reconocimiento de los derechos de los transgénero, lo que es pecata minuta y una obligación para cualquier Primado, lo que sí es de sospechar es sus vínculos con la dictadura.
            Difícil era esperar que la curia, armada a mitades entre los cardenales hechos por Ratziger y Wojtyla diese un giro hacia la izquierda, vapuleada desde 1978. Lo que sí se pudo esperar fue que el electo fuese un purpurado moderado, que volviera a mostrar un rostro de cara a los pobres, como prometía la teología de la liberación y las reformas que se llevaron a cabo en el Concilio Vaticano II.  
            Las reformas que Bergoglio hará en su pontificado volverán a ser superficiales y más que nada para contrarrestar los escándalos que tiene el Vaticano.  Las reformas que se espera que la Iglesia haga no las hará, no ordenará mujeres sacerdotes, ni siquiera volverá a poner en la mesa de discusión a la teología de la liberación. Que los católicos celebren a Panchito the first. 

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