jueves, 4 de febrero de 2016

Miles, cientos de años, Tu Fu, Cátulo o la conmoción de la poesía

La poesía si no conmueve no es tal. Hace  un milenio y poco más de dos siglos, por su parte, Tu Fu tan siguió este idea sobre la poesía que le leía a su sirvienta sus poemas y si estos no la conmovían él, sin dudarlo, los destruía. Y por ese acto es que sus poemas, escritos en el periodo Tang, en nuestro siglo VIII, aún nos siguen conmoviendo a través de los siglos y las culturas:
                                    Soñé con Li Po, dos poemas:
Cuando la muerte nos separa sólo queda suspirar;
en vida la ausencia de un amigo nos causa un gran dolor.

Exiliado en Jianang, esa tierra de pantanos pestilentes,
no me has enviado noticia alguna.

Te presentaste en uno de mis sueños,
pues sabes muy bien cuánto pienso en ti.

            Ese es el poder de la poesía. Cientos de años desde que la vida de esos dos poetas dejó de ser y aun nos duele la distancia que los separa. Que la poesía puede conmover a cualquiera lo sé no porque lo haya leído o alguien me lo hubiese contado, lo vi. Hace unos años acompañé a Enrique Servín, que entonces era el editor de la revista del Instituto de Cultura de Chihuahua, a una preparatoria en Ojinaga, donde lo mandaron a presentar la revista. El auditorio estaba lleno de adolescentes de secundaria y preparatoria, quienes aprovechando la ocasión brincaban y gritaban; como se ha de hacer a esa edad, se sobreentiende. Enrique, consciente que el contenido de la revista poco les podía interesar, decidió tomar otro camino y recurrió a su prodigiosa memoria, les empezó a recitar un poema de Cátulo, en latín. Los jóvenes, aunque no entendieron aquellas palabras, guardaron silencio y algo intuyeron en aquella música. Luego, Enrique recitó el poema en español, la sala completa estaba al tanto de cada palabra, cada verso. No hubo ese día ninguno que no entendiera la importancia y la belleza de la poesía. Más de dos mil años después que Cátulo cantara su amor a Lesbia ese amor nos conmueve, esa es la poesía.

                        Vivamus, mea Lesbia, atque amemus,
                        rumurosque senum seueriorum,
                        omnes unios aestememus assis.
                        Soles occidere et redire possunt:
                        nobis, cum semel occidit breuis lux,
                        nox est perpetua una durmienda.
                        Da mi basia mille, deinde centum,
                        dein mille altera, deinde centum.
                        Dein, cum mille multe fecerimus
                        contarbabimus illa, ne sciamus,
                        aut nequis malus unuidere possit,
                        cum tantum scia esset basiorum.

            Transcribo una  versión a medias mía (la traduzco y transcribo algunos puntos de la versión que Enrique dijo y que se pueden echar en falta en el mismo Cátulo):

                        Vivamos y amemos, Lesbia mía,
                         y las habladurías de los viejos
                        tengámoslas en nada.
                        A los soles, al morir les es concedió el regreso,
pero nuestra luz es breve
y una vez que se apaga, la noche es perpetua.
Dame mil besos, y luego cien,
y luego otros mil, y luego otros cien.
Hasta que hayamos juntado tantos miles
que los envidiosos prefieran contar
los granos de arena del Sahara
o las estrellas en el firmamento.


Las últimas cuatro líneas corresponden a Enrique Servín, son su versión, tergiversada por mi memoria; a él le agradezco no sólo ese encuentro con la poesía, sino haber sido uno de mis Virgilios. 

1 comentario:

  1. Gracias por compartir esto; aunque tengas abandonado tu blog, me lo voy a leer completito. Un abrazo.

    ResponderEliminar