miércoles, 11 de noviembre de 2015

De la magia, un viaje en metro, Bradbury y la Literatura

¿Qué puede haber más prosaico que ir en la línea dos del metro dirección Cuatro Caminos? Pocas cosas y, sin embargo, hoy, en ese viaje, pude ver la magia operando. Iba leyendo y una joven se acercó a mí para preguntarme dónde conseguí el libro que tenía entre las manos. El libro: El hombre ilustrado de Ray Bradbury, autor y obra que además de la inmensidad del espacio, de su vacío, se sirve de las brujas y de la magia para construir sus relatos. Hay gente que busca esos universos, que busca ese libro en específico.
            El interés común puede hermanarnos, una lectura en común. Vuelvo las páginas del Hombre Ilustrado y me siento como uno de los marcianos que han invadido la tierra; comparto la desesperación de los autores fantásticos exiliados en Marte ante la asepsia humana que los ha proscrito; esa es la magia, el prodigio de Bradbury. De la literatura, he de agregar.
            He dicho, y escrito, que en la posibilidad de hermanar, de unir (la común unión) reside la magia de la literatura. Luego una amiga me dijo que un tercero se mofaba de mí por hablar en nuestros tiempos de magia; ni siquiera puedo decir que haya sentido lástima por esa persona, no lo conozco y no me interesa tratar a alguien que se aferra a vivir en un mundo prosaico, sin magia. Porque, a fin de cuentas, la literatura es magia, es la posibilidad de salir de lo prosaico de nuestras vidas (así estemos leyendo a Zola) y encontrarnos con otro ser humano, con otros seres humanos, descubrir que no estamos solos.  


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